Fue un pésimo timing, sin duda. Estamos en otra. Nos entretenemos en esa catarsis anímica y de buen humor que es Threads y no hubo siquiera tiempo para ver otra muestra de toxicidad cortesía de Daniela Aránguiz, consentida ampliamente por la farándula en estos días.
Lo que parecía que iba a ser tema durante este fin de semana sencillamente fue eclipsado. Quizás la gente ya no la pasa, y eso es lo que uno palpita en los comentarios de redes sociales. Cada vez que lo menciona a Valdivia, o a Maite Orsini, la conclusión es que necesita algo de pantalla. Cualquier cosa que le sea necesaria para mantenerse vigente, porque solo así pueden hacerlo quienes usufructúan de la polémica.
Pero acá sería de muy necios achacarle toda la culpa a la farandulera. Sabemos de antemano que ella es así, morirá en su ley y aunque viva una terapia de shock, ella no va a cambiar. Acá más bien apuntamos a la producción tanto de “Podemos Hablar” como de Chilevisión, que tal vez no vió o prefirió omitir el hecho de que haya filtrado supuestas fotos de la parlamentaria relacionados con sus prendas íntimas, lo que motivó el veto de dicho tema por parte de M360.
¿Son acaso las historias que cuelga en Instagram algo por lo cual habría que condecorarla? Preguntamos esto porque si a los creativos de los comerciales de “El Purgatorio” les pareció gracioso, indudablemente para ellos también lo sea. ¿Se puede buscar la simpatía en algo que es sumamente denigrante?
Revisando algunas notas relativas a la emisión del pasado viernes (07) del estelar de Chilevisión nos encontramos con que no dijo nada nuevo. Muito barulho por nada. Fue uno de los mayores hechos de clickbait en la historia de nuestra siempre incomprendida farándula chilena. Es que no la entendemos. Está jugando el juego farandulero con maestría. O es que nosotros somos demasiado asiduos a los streamings que no sabemos comprender lo que significa Aránguiz para dicha industria. O es que pareciera que ella es la “primadonna” de nuestra tele.
Discúlpennos, señores que nos explican lo que quiso decir todos los días en aquella red social moribunda.
Aránguiz no tiene relevancia más allá de su nicho, y es que se cumplió nuestra tesis: Ella revivió la farándula, pero a su vez tras violentar la dignidad de la diputada (a pito de nada, por supuesto, pues está en los 10 mandamientos faranduleros) la mató de vuelta. En fin, barajar y dar de nuevo. Que le grite al aire siquiere, o a cualquier cámara que esté dispuesta a filmarla. Nosotros estamos demasiado ocupados dandole al nuevo invento de Zuckenberg el buenrollismo que Twitter perdió hace rato.