Dentro de lo poco rescatable que ha sido hasta ahora esta temporada de “El Purgatorio” de Canal 13 ha sido la brutal sinceridad con que Yamila Reyna encaró a Daniel Fuenzalida respecto a diversos temas, entre ellos cómo protege de forma sistemática a Sergio Rojas. Claro, el “sekoamiguismo” que impera desde siempre en el despreciable mundo farandulero y que en los últimos años ha mostrado, más que nunca, su peor cara.
Amiguismos que sin darse cuenta el “Ex Huevo” explicita cuando puede en el caso del también conductor de “Que te lo digo” señala que lo ha defendido, pero que también casi en un tono bastante tibio, al menos a nuestro parecer, le ha precisado que hay limites que no podía traspasar. Igualmente lo hace, con la impunidad en el que se rige el mundo en el que ambos pertenecen.
Y es que la expresión es lo que principalmente se pone en entredicho, que es una de las tantas que emplea Rojas cuando se trata de expresar su odio a las mujeres. Eso de que “parece mechera”, que incluso fue reconocido por el mismo Fuenzalida, demuestra además el odio de parte de quienes tienen su membresía asegurada en el farandulismo a todo lo que huela a pobreza. Es la terminología, en sí, la que molesta. La de encasillar a una persona con una apariencia desmejorada, que a su vez la pone en el sitial de aquella que delinque por gusto o por necesidad, por lo que fuere. Pero lo que es peor: La de relacionar el mecherismo con la marginalidad.
Sergio Rojas en sí cree que las personas que él encuentra feas o mal vestidas son mecheras o lo parecen. Ahí entramos a un clasismo que además involuciona a un odio enfermizo hacia los pobres, de la misma forma en que los relaciona con ese infausto mundo delictual. “Que el pobre es pobre porque quiere”, como suele leerse en tertulias de cierto sector. Denota un estereotipo que, además, se dirige hacia el público que ve programas como “Me Late” o “Zona de estrellas”, porque en el momento de mayor poder de la farándula su audiencia se concentraba en personas C3 o D, de acuerdo a diversos estudios de análisis sociológico de audiencias elaborados por el CNTV.
La pobreza, ese mundo tan detestado y renegado a la vez por los que tienen un buen pasar económico o que pasan al mundo de las comodidades. La historia de cómo la farándula se ha burlado sistemáticamente de los pobres no solo viene de un “cara de mechera” de Rojas, sino que también se expresa en cuántas veces Oriana Marzoli trató de “barriobajera” a varias de sus compañeras de encierro en los realities, o en la hoy desaforada Doctora Cordero que dijo en una ocasión que su voto valía más que el de su nana, o en Adriana Barrientos que le dijo a Nicole Moreno en ese show de glorificación al bullying llamado “Amor a prueba” que era “flaite” y que le haría un tajo en la cara.
Lo cierto es que dicho mundo ha accedido a privilegios que nadie sabe cómo llegaron a tenerlos de la noche a la mañana, y por lo mismo se sienten con el derecho de ningunear a quienes no lo tienen. Rojas, al igual que gran parte del farandulismo, lo han hecho. Pero lo cierto es que son los pobres los que han sido la cara visible de las desigualdades de nuestro país. Son ellos los que pusieron la lucha durante la dictadura, los que fueron el 40% del país al final de los oscuros 17 años de Pinochet en el poder. Los que cada temporal o suceso de la naturaleza están ahí evidenciando que somos un país de desigualdades. Los que costean su salud con bingos. Los que la reman a fin de mes y le ponen el hombro, enfrentando diversos estereotipos como los del panelista farandulero.
Al final, la farándula no muere por la audiencia, ni por el advenimiento del streaming, ni mucho menos por el rol crítico de portales como este. Sino por errores, o mejor dicho, horrores como el de Sergio Rojas que reflejan la falta de humanidad que abunda en el ambiente.