Cada vez que dos figuras ensalzadas por la farándula chilena transforman legítimas diferencias en innecesarios “dimes, diretes y retretes”, uno agradece que la misma sea solo superada en nefastez por la peruana.
El jueves pasado (14) se enfrentaron dos personajes que el género televisivo vendido a menudo como preponderante e imprescindible para el desarrollo de la industria se ha encargado de ensalzar, en un programa flojo de papeles como “El Purgatorio”: Marlén, a quien nos referimos el domingo pasado en otra editorial; y Helhue Sukni, una abogada famosa por defender al narcotráfico.
El viernes pasado veía uno de los videos del ya famoso Baron Von Bowser, quien en su canal “Analisheet” se preguntaba por qué la televisión en el noticiero se manifiesta preocupada por el avance del narcotráfico, incluyendo innecesarias y poco mesurados emplazamientos de parte de figuras como Rodrigo Sepúlveda al Gobierno por el tema de inseguridad. No obstante, esa preocupación deja de ser genuina cuando inmediatamente después del informativo central, aparece esta persona que podrá hacer videos que para muchos podrán ser divertidos, pero cuyos nexos oscuros evidenciados incluso por ella misma han sido pasados por alto por el farandulismo, especialista en impulsar a personas de dudosa calidad humana.
Porque, imagínese: Ni en México, donde el crimen organizado es cosa seria al punto de incluso amenazar a cantantes como Peso Pluma, se atreverían a incluir como parte de la “familia del entretenimiento” a una persona que tuvo como cliente de defensa a quien fuera miembro del Cartel de Sinaloa. Ni mucho menos esa persona forjaría una ligazón tan estrecha con animadores, actores e incluso productores, lo que podría perfectamente abrir una caja de pandora (y no precisamente el programa de La Red, que no es ni la sombra de los buenos tiempos de “Mentiras Verdaderas”) entre sus nexos.
Pero la farándula, experta en ignorar prontuarios y hojas de vida manchadas con sangre, las invita a hablar de política, reflejando lo boomers que pueden llegar a ser. En eso, el citado Baron Von Bowser dió en el clavo: Las juntan a ambas a hablar de política y lo que en primera pueden ser diferencias que todos tenemos derecho a tener, terminan siendo innecesarios emplazamientos en redes sociales y recados por la prensa.
Lo peor es que ni siquiera se dan el lujo de investigar. ¿En qué habrá quedado la denuncia hecha el año pasado en el matinal de Chilevisión que dice que Helhue entregaba datos de las víctimas de la delincuencia a las personas que ella defiende para que estos los amenacen? ¿Por qué renunciaron voluntariamente a investigar a una persona que construyó un poder dentro de un género tóxico y venido a menos? ¿Será a caso el temor a eventuales presiones? ¿A Revolución Democrática balazo pero al farandulismo abrazo? ¿Qué clase de televisión estamos forjando?
En fin, sigamos normalizando a este tipo de personajes. Ignoremos todo el daño que le ha hecho el narcotráfico, llevemos a júpiter al sentido común y busquemos el resurgimiento de la farándula, de una peor forma que en ese tristemente célebre 2011.