No es misterio que vivimos tiempos complicados, con una región que sufre una crisis de inseguridad que amenaza la vida cotidiana de millones de ciudadanos a lo largo de Latinoamérica. No quepa dudas que se necesita coraje y decisión por parte de los gobernantes para enfrentar a estos grupos criminales sin hacer desaparecer el Estado de Derecho, pero también la pulsión autoritaria es irresistible y queda consignado en algunos ejemplos locales.
No quepa dudas que la contratación de Peso Pluma en el festival de Viña ha generado una discusión interesante sobre los artistas y el narcotráfico, y que la columna inicial de Alberto Mayol tiene mucho asidero, pero las consecuencias han reducido este debate a una discusión donde se denota el ánimo censurador e incluso despreciativo de la actividad artística que detentan hasta con soltura algunos personajes del ámbito público. Lo más preocupante de todo esto implica en que la esfera de artistas que pueden ser limitados será impuesto por criterios políticos y no por la calidad o reflejo de la realidad que el artista determinado puede demostrar.
Pero ocurrió esta semana algo paradójico. El CNTV publicó un informe que indica que el contenido vinculado a información policial es el que tiene mayor presencia en los informativos locales. Muchos de los que esgrimen el recurso de la libertad de expresión para defender la presencia de Peso Pluma en Viña, a través de un discutido ejercicio argumentativo, defienden la idea de limitar el contenido de información policial en televisión incluso a través de la tan mentada ley de medios.
Siento decirles, que ni a través de negar espacios públicos a ciertos cantantes ni cortando contenidos en los informativos vamos a controlar y reducir la crisis de seguridad que vivimos, simplemente están tomando una vía fácil para atajar los problemas tal como la vieja táctica de dejar los escombros bajo la alfombra. Sorprende de muchos que son fieles defensores de la libertad de expresión en ciertos ámbitos pasan a tener actitudes casi autoritarias en otras de la misma índole, reflejando más bien una inclinación oportunista a ciertos temas. También es un reflejo de que las ideas liberales van en retirada en desmedro de un mayor control en diferentes ámbitos de la vida pública, que en algunos ámbitos puede, y debe ser necesaria, pero que en la libertad de expresión debe estar protegida de intereses restrictivos, por muy loables que sean.
Finalmente, y como un complemento al tema planteado, resulta interesante que esta discusión vuelve a recordar un tema ya hablado a través de esta columna, si los medios de comunicación son un simple reflejo de la sociedad en que vivimos o por el contrario, puede constituirse como un molde a seguir por grandes grupos. Tal vez este debate puede tomar una arista interesante si se parte desde este punto.