En el siglo pasado hubo casos de géneros o medios tan poderosos que podían hacerle creer a su público que si ellos lo decían, era una verdad cuasi-irrefutable. Fue el caso de Televisa, que fue por décadas portavoz del PRI y que a través del noticiero de Jacobo Zabludovsky, hacía lo que fuese para ningunear opositores -como se vió en el fraude electoral de 1988- y para invisibilizarlos.
Algo que en su tiempo fue confesado incluso por la recientemente fallecida Talina Fernández, quien en una conferencia en la que se presentó a Emilio Azcárraga Jean como nuevo presidente de la empresa de comunicaciones tras la muerte de su padre “El Tigre” en 1997, dijo que lo oyó decir en varias salidas de libreto que “¡Y somos del PRI!”.
Ese absolutismo que los aztecas llamaron con propiedad como “tele-cracia” en donde varios de sus exejecutivos incluso llegaron al hemiciclo mexicano, es lo que vivimos en nuestro país en varias ocasiones con la prensa rosa. Si la farándula decía que un famoso hizo algo, no falta buena cantidad de gente que le cree. Y con eso tienen sustento más que suficiente. A sus consumidores no les importa la verdad, por muy a medias que sea esta, sino que creer lo que más se asemeje a su pensamiento.
Eso ha pasado desde hace un año con el pleito entre Daniela Aránguiz y Maite Orsini, el cual con motivaciones netamente políticas se ha intentado bajar a la parlamentaria, y muchos medios faranduleros o no se han puesto ciegamente en favor de la farandulera, casi sin contrapeso y negándose a buscar una segunda versión. Y lo peor: Celebrando las actitudes miserables de la hoy participante de “Tierra Brava”.
Solo en este país cabe que el hecho de que Aránguiz celebrara las amenazas de muerte que le llegaron a ella y su familia fuesen endulcorados con eufemismos en titulares de portales digitales. De eso no se vuelve más. E incluso nos venden sus tratamientos de belleza para “mujeres con piel blanca”. Ni el diario alemán más oficialista en 1939.
Esta semana me enteré de que Bomberos, institución de la que Orsini fue parte, decidió expulsarla. Nuevamente queda en evidencia el poder que la farándula ejerce para poner a la ciudadanía en contra de personas, en base a supuestos que todavía no se han comprobado, pero que para quienes creen en Aránguiz y le perdonan sus actitudes tóxicas, no son necesarias.
¿Puede una institución respetable como nuestros Bomberos el ser juez y parte, sin oir siquiera la versión de la parlamentaria, y tomar una decisión que no tiene otro sustento más que hacer hundir a Maite, reiteramos, con supuestos que la acusadora no ha sabido comprobar? ¿Hasta ahora se ha visto alguna prueba contundente de parte de Aránguiz que certifique que arruinó su relación? Por ahora son eternas promesas y palabras vacías, pero ahí está toda una industria llevándola a los estelares, y hoy aparece campante en un reality show. Mientras que a la militante de RD no la llaman para debatir ideas ni para promover iniciativas como lo hace en Instagram.
Esta semana, a partir de un reportaje de T13 sobre aquellos que se vengan de sus parejas subiendo sus relaciones sexuales sin consentimiento de las partes anunció un trabajo conjunto entre varias ONG. ¿Esto salió en algún portal o medio audiovisual? No, y solo porque quien hace eco de esto es mismamente la diputada Maite Orsini.
Si usted, amigo lector, aún cree que la farándula no es poderosa, piense en esto: Orsini está expulsada de Bomberos, mientras que Daniela Aránguiz ahí está, ganando dinero a manos llenas en “Tierra Brava”. La primera está sola, mientras que la segunda está con todo el respaldo de una industria televisiva que valora su falta de valores, nunca tan valiosa la redundancia. Nuevamente el género televisivo gana, y pierde el sentido común.
Ya lo decía Malcolm X que nos cuidáramos de los medios de comunicación, porque nos iban a hacer odiar al oprimido y amar al opresor.