Se acabó el festival, se acabó la alianza TVN-Canal 13-Disney. Por motivos que no son parte de esta asociación podemos definir como el periodo de festivales más extraño en mucho tiempo. Un estallido social, una pandemia y un gran incendio son los factores indispensables en el momento de evaluar el ciclo de festivales organizados por esta alianza, por lo cual el nivel de la crítica debe ser realzada con estándares diferentes a la convencional. Con todo, existen algunos asuntos que deben ser tomados en atención tomando en cuenta la licitación que se realizará en un par de meses más.
Hay que retomar la idea de un festival que se dedique en gran parte a la música y no tanto a otros elementos. Las exigencias de los artistas invitados dificultan la capacidad de las estaciones para tener a las estrellas dentro de los programas satélites, por lo que estos espacios han perdido su particularidad, llegando a su momento de mayor bajeza el pasado sábado cuando invitaron a rostros de la farándula dura, sin mayor incidencia en el desarrollo del festival. También se ha querido enfocar la atención de manera desmedida en los comediantes. Creo que aquí se debe aprovechar en promocionar la competencia, abriendo espacio a los participantes dentro de los programas que ofrecen las estaciones organizadoras, junto con mejorar la calidad de las canciones que participan en ella.
Complementando lo anterior, creo necesario que ciertas noches solo se enfoquen en invitar a músicos, lo ocurrido el martes con la presentación de Andrea Bocelli no solo marca un punto de inflexión sobre el tipo de artistas que el festival puede invitar, sino que la presencia de estas estrellas inevitablemente opacan la atención de cualquier otro artista que actúe en el escenario después. Sería recomendable que las noches donde inicia y termine la competencia, se enfoque en darle el realce a la competición de canciones supliendo el espacio destinado a los humoristas reemplazando con la presentación de las canciones en disputa.
Si bien el certamen de este año mejoró en la transversalidad de artistas a diferencia del certamen anterior, si sería necesario que dentro de las mismas noches también tengan un criterio de transversalidad. Si bien los artistas de la última generación levantan una gran cantidad de seguidores, estos fenómenos no están siendo detectados por público de diferentes edades, lo que disminuye la sintonía del festival en el público más adulto. Esto también supone un desafío para los humoristas, ya que muchos de ellos han enfocado sus rutinas al público asistente a la Quinta Vergara y no necesariamente al público que ve el evento en televisión y otras plataformas. Que la transversalidad sea un vehículo para comunicarse en los gustos de los diferentes grupos generacionales.
El punto pendiente en la animación, que ha sido tónica en los últimos años, tiene que ver con una mayor autonomía que ellos desplieguen en el escenario. Se critica, y con razón, que los animadores se ven pauteados en la entrega de galardones y en la interrupción de momentos importantes de la presentación de los artistas. Sería aconsejable que sean los propios presentadores quienes puedan directamente palpar el sentir del público en el momento de intervenir en las presentaciones de los diferentes números.
Uno podría ser mucho más riguroso y crítico con el periodo 2019-24 del festival, pero las circunstancias hacen que los parámetros sean diferentes. De todos modos, hay un declive constante en los ratings del festival, y peor aún, se ha reflejado un genuino desinterés en el certamen en grupos crecientes de la población. Es necesario revertir estos indicadores que pueden ser fatales para el buen desarrollo del festival, sobre todo, en el sentido de mantener al certamen viñamarino como un evento importante dentro del calendario de los chilenos. Tal vez ese es el mayor desafío que debe enfrentar la señal que gane la licitación en abril.