Hay un intenso debate en redes sobre la influencia de ciertos comunicadores en la agenda noticiosa. Sin dudas que personajes como José Antonio Neme, Rodrigo Sepúlveda y Julio Cesar Rodríguez despiertan la atención del público tanto para bien como para mal. Más allá de nuestras criticas, muy justificadas, son líderes de opinión que traspasan las barreras de las pantallas televisivas.
Algunos comentaristas de redes acusan a estos periodistas como agentes políticos de ciertos grupos al enfocar las críticas hacia la gestión de este gobierno, es claro que la oposición de ciertos medios a esta administración se ha vuelto más vehemente. Pero es necesario separar la discusión entre medios tradicionales, sobre todo los escritos del resto de la pluralidad de medios, entre ellos la televisión y los portales digitales, que basan su oferta a través de la sintonía más que por principios editoriales.
Lo que vemos en los espacios matinales más que nada es buscar reflejar, a veces de una manera exagerada, una realidad palpable en muchos estratos sociales, una crisis de seguridad palpable no sólo a través de los muertos en enfrentamientos violentos, sino del apoderamiento del crimen organizado en numerosos barrios de nuestro país. Este no es un asunto necesariamente ideológico, sino más bien de gestión y acción efectiva del gobierno y las fuerzas de seguridad, y en vista del empeoramiento de las cifras y sobre todo la percepción de inseguridad, las responsabilidades terminan atribuyendo a quienes nos gobiernan, en este caso, la administración Boric. Nos olvidamos que antes del estallido comenzaron a proliferar las noticias de inseguridad en Chile y las críticas se hacían al gobierno de Piñera.
La ciudadanía, desilusionada de las ofertas ideologizadas y dogmáticas ofrecidos en los procesos constituyentes del 2021-22 y 2023 ha centrado la atención en el aumento de la inseguridad y los crímenes violentos, buscando medidas efectivas para su disminución y más bien, su eliminación, independiente que esto afecte sus derechos fundamentales. A esto se le ha llamado por algunos comentaristas como “efectismo” y su caso más notable es el experimentado en El Salvador bajo la administración de Nayib Bukele, un líder surgido desde la izquierda, pero que ha promovido la guerra total contra las pandillas y que ha tenido éxito, pero con la condicionante de poner a miles de inocentes tras las rejas. Lo que la ciudadanía está esperando no es más que el adagio atribuido a Deng Xiaoping “no importa el color del gato sino que cace ratones”
En esta del sentido ideológico de una parte importante de la población se encuentra el ánimo de algunos conductores de matinales, que en su momento fueron adeptos acerrimos al estallido social y su cultura, pero que hoy adoptan banderas a favor de una mayor mano dura. Hay que ser claros, ni octubre de 2019 implicó una mayor izquierdización de la sociedad ni esta crisis de seguridad implique que la sociedad se derechize, simplemente los cuidadanos quieren medidas concretas a sus crecientes problemas. Algo de eso es lo que buscan reflejar, con muchas torpezas, los comunicadores en televisión.