Como editor de un medio y que se crió con la televisión en distintas épocas tras el retorno a la democracia, hubiesemos querido (y no solo hablo por mí, sino que también por varios de nuestros seguidores) que la despedida a la televisión analógica fuese a lo grande: Con especiales, con enlaces desde las plantas transmisoras y la plena consciencia de parte de las estaciones de que no fue un final, sino que un comienzo mucho mejor.
En definitiva, hacer como se hicieron los apagados en la televisión de Estados Unidos, con la solemnidad que lo amerita.
Sin embargo, la televisión chilena nuevamente le dió a un hito histórico tras más de seis décadas un trato mezquino. En horas de esta tarde, los canales de Valparaíso y Santiago apagaron sus transmisiones analogas que pasaron desde el blanco y negro a la magia del color, para saludar la era digital.
Pero no hubo ninguna mención al respecto ni mucho menos programas especiales o enlaces de sus respectivos departamentos de prensa. Algo que yo, como editor de un medio que observa la televisión, hubiese deseado de corazón que se hiciera de esa manera.
El único que se tomó realmente en serio este hito fue UCV Televisión. El pionero le hizo honor a su historia y en su espacio del mediodía se transmitió en directo cómo se apagaron sus emisiones analógicas en su icónica planta de Agua Santa de Viña del Mar, donde también se encuentran sus estudios centrales. También se tuvo un enlace con TV+, con quien se comparte el accionariado, haciendo lo propio con su antena en el San Cristobal.
En ese instante, los canales privados también apagaron sus estaciones. El canal público lo hizo unas horas después.
Pero no hubo un homenaje a la industria, a los pioneros, a los rostros icónicos, a las superproducciones, a las estrellas que visitaron sus estudios, a los que no están con nosotros ni nada. Todo fue en silencio, sin tirar la casa por la ventana. Todo fue tan amargo como la pauta de sus matinales y noticieros centrales. Como tantas otras ocasiones, la TV chilena decepcionó.