Tenemos la labor de criticar a la televisión constantemente, es parte de la misión de este portal, y sin dudas que muchas de las críticas que hacemos en esta página tienen profundo asidero. Aún así debemos entender que para el día de hoy, ser ejecutivo de televisión no es una labor para nada halagüeña, y que se enfrenta con una serie de limitaciones que llevan a que sus decisiones no sean bien recibidas o que deban elegir opciones que no tenían presupuestado.
La televisión abierta en casi todo el mundo, y sobre todo en América Latina, vive una profunda crisis. El cambio generacional y la revolución tecnológica han herido profundamente a una industria que se vanagloriaba de ser el mejor instrumento que reflejaba la identidad social de la región. La expansión de internet y la proliferación de un gran número de plataformas de streaming han desplazado a las generaciones jóvenes hacia tales dispositivos, mientras que las cada vez más necesitadas cadenas multinacionales se apoderan de los derechos de transmisión de los grandes eventos deportivos, lo que hace cada vez más difícil conseguir licencias de acontecimientos que generan altas sintonías.
Además hay una gran competencia que no es local sino global. Las cadenas latinoamericanas, incluso las más emblemáticas, han sucumbido ante la feroz competencia de contenidos de mercados antes desconocidos como Turquía y Corea del Sur, que han sido capaces de superar las barreras culturales y transformarse en fenómenos de sintonía. Este desplazamiento por tanto significa una fuerte amenaza incluso para la identidad latinoamericana.
Por tanto, hay una importante encrucijada. Los canales deben buscar formas de atraer al público ante una competencia feroz que estrena contenido de manera periódica, a la vez que la inversión publicitaria enflaquece, lo que hace difícil mantener grandes producciones. El camino fácil es hacer lo que vemos en nuestro país, darle prioridad exagerada al contenido en vivo, sobre todo el noticioso. El otro camino es difícil ya que implica el desaparecimiento de algunos competidores, y la asociación de cadenas para crear un contenido regional en común.
Sin dudas que este camino generará grandes resistencias, especialmente por la reticencia del público que prefiere el contenido local. Pero hoy más que nunca es necesario unir fuerzas y voluntades para ser capaces de competir y mantener el alto la identidad latinoamericana a través de los medios. Como región hemos sido capaces de generar grandes producciones, y esta vez es todavía más imperioso, se trata de una manera de mantener en alto un mercado regional debilitado, y a su vez, la capacidad de reflejar nuestra cultura ante el mundo.