Era una prueba de fuego para una cada vez más cuestionada prensa chilena. Una vez más, la reprobaron. Pero aún así hay algo bueno de todo esto: El caso Macaya nuevamente desnudó las falencias que tiene nuestro parcializado sistema multimedial chileno, que como ha quedado en evidencia tras la última rabieta de Neme contra sus críticos, “el que pone la plata pone la pauta”.
La nula cobertura dentro de los llamados “medios tradicionales”, sumado a las tretas de los matinales para pasar olímpicamente del tema, han dejado en evidencia quién es quién dentro de una industria reducida a lo más mínimo, y que no ha dado espacio siquiera a una voz disonante.
Partamos por los medios: Como se ha informado tanto por acá como por El Ciudadano, los diarios que van quedando en pie -aunque a medio morir saltando- no supieron ofrecer una cobertura decente al lío por pedofilia del padre del timonel de la UDI. Sin ir más lejos, ni El Mercurio, ni Las Últimas Noticias, ni La Tercera lo llevaron en sus primeras planas. En el primero ocupó un cuarto de hoja dentro de su cuerpo C, en el segundo fue un breve y en el tercero ocupó dos páginas.
Lo más indecente se vio en La Segunda, controvertido desde su nacimiento, que desde el miércoles al viernes optó por no llevarlo a su página principal. Ni siquiera hubo espacio para abordarlo en páginas interiores, menos en su “Top Secret” destinado a las copuchas de la política. Al contrario, decidieron seguir pegándole al FA y a las coaliciones gobernantes, como si no hubiesen problemas dentro de Chile Vamos o el Partido Republicano. Aquí no ha pasado nada, debió pensar su director Mauricio Gallardo.
Nuevo silencio en la mañana
Dentro de la televisión chilena, una vez más quedó demostrado que el pluralismo y la equidad en los temas no es más que una quimera. Si bien tuvo amplia cobertura dentro de sus noticieros central y de la tarde, hubo uno que solo lo mencionó muy a la pasada. Exacto: “Meganoticias Alerta”, en donde Rodrigo Sepúlveda una vez más fue motivo de duras críticas por evitar referirse en detalle a esta situación, aduciendo “falta de tiempo” y yéndose rápidamente a otra noticia.
Lo peor fue en los matinales: Como hemos mencionado en esta semana, solamente “Contigo en la mañana” de Chilevisión hizo mención al escándalo, con una clara alocución de Julio César Rodríguez reclamando que existen dos tipos de justicia, y que no hay igualdad frente a otros sucesos como la prisión preventiva para Daniel Jadue.
El resto se fue a lo suyo. “Mucho Gusto” que odia todo lo que huela a progresismo decidió, nuevamente, buscar temas en la realeza, en la familia Trump y en los bloopers de Joe Biden, para sencillamente no darle a Eduardo Macaya (y a su hijo, que encubrió el caso) la misma dureza que emplearon contra Catalina Pérez.
Y por otro lado, en “Tu Día” de Canal 13, Priscilla Vargas que ha hostigado a Maite Orsini de distintas maneras, al punto de incluso culparla de un asalto en la zona centro sur de la capital, sencillamente no se refirió al hecho de la misma forma. Tampoco hubo abordaje en “Buenos días a todos”, como han reclamado las redes.
Aunque eso sí debemos ceder que JC y Monserrat Álvarez explicaron a sus televidentes que estaban preparando un reportaje sobre este hecho. Muy profesional y valorable aquello para que no quede ninguna duda que sí hay para todo una misma perspectiva y una vara equiparada. Fuese José Antonio Neme y ya habría mandado a sus críticos a ver Netflix o a comprarse un medio.
La contienda es desigual
La falta de pluralismo ante este hecho es evidente. Mientras escándalos de izquierda han sido explotados hasta la saciedad por matinales y medios escritos, lo que ocurre con la familia Macaya sencillamente no ha tenido la misma repercusión que sí han tenido tanto Daniel Jadue como “Democracia Viva”.
Cuando en otras ocasiones se han indagado en cosas relativas al entorno de Catalina Pérez o Giorgio Jackson (incluso con acusaciones destempladas de crimen organizado hacia este último), acá no ha ocurrido el mismo procedimiento.
El silencio de figuras críticas ante lo que ocurre con Eduardo Macaya, con el encubrimiento de Javier, no solo aumenta la mala percepción respecto de cómo somos informados a través de la televisión (y con él, los llamados a no ver ni noticieros ni matinales, estos últimos cuya audiencia solo está en los 5 puntos máximo), sino que hace crecer las sospechas de incidencias en las pautas, presiones de todo tipo e incluso de pagos para no hablar de algunas situaciones. Algo que no ha sido desmentido por los que reciben aquellas críticas, pero su omisión solo provoca un efecto contrario.