En julio de 1999, una nota de La Tercera terminaría definiendo un antes y un después dentro del espectáculo chileno. El informe de un mechoneo de Daniella Campos y una desconocida exparticipante de concursos de belleza llamada María Isabel “Titi” Ahubert había abierto una caja de pandora. Con él, comenzaba la farándula como la conocemos hasta nuestros días.
Se abría la puerta a un género televisivo que en otros países había sido fundamental en el destape de los medios, como lo fue en Argentina y en España donde se abordaron temáticas que hasta entonces eran tabú, sin embargo en nuestro país vivió una situación bastante particular.
En julio de 2001, tras la retirada del aire de “Laura en América” por las descomunales escenas de violencia dentro del talk-show peruano y tras acusaciones de falsedades en los casos en un reportaje de “Aquí en vivo”, Chilevisión lanzó el que sería el primer programa sobre los famosos, titulado “Sálvese quien pueda” (SQP), conducido por Jennifer Warner. Detrás además estaba Rodrigo Danús, un empresario que en los ochentas formó parte de una organización juvenil de ultraderecha que defendía a Pinochet.
Desde entonces, la vida de los famosos terminaría siendo en muchos casos tema nacional y definiría el rumbo de la pequeña pantalla en Chile, lo cual fue muy aprovechado por medios como La Cuarta o Las Últimas Noticias, que con sus titulares logró un tiraje que nunca más volvieron a ver en su minuto.
El destape vino con la irrupción de figuras como los bailarines de “Mekano”, “Rojo” y “Morandé con Compañía”, el que trajo a la tele lo que habitualmente se veía en el mundo revisteril, vigente desde los ochentas pero que pudo expresarse casi sin ataduras. Se pudo apreciar en el momento en que “Primer Plano” pasó al trasnoche y trató temas más hardcore como el mundo de los cafés con piernas, el erotismo y sesiones fotográficas a flor de piel de diferentes modelos. Claro, era el canal que irritó al CNTV con su “Cine Premium”.
Los errores que no quieren reconocer
Sin embargo, el género que en un principio iba a darle un aire desinhibido a nuestra televisión terminó siendo el doble de conservador. Era consabido, por ejemplo, que en algunas publicaciones trataban de lo peor a Noelia Arias, la famosa “Licenciada Tetarelli” de los programas nocturnos de Red Televisión, que era vilipendiada en la TV y Novelas por ser una pionera en la exhibición de la piel. Claro, era muy mal visto dentro de una sociedad, a la que el género le habló toda su vida.
Lo mismo ocurrió con Lola Melnyck, quien tuvo que sufrir a mediados del 2004 el peor de los escarnios a partir de un reportaje de Laura Landaeta que aseguraba que ella ejercía la prostitución en Buenos Aires. Ella lo negó, sin embargo nadie en el medio le creyó y vivió horribles tratos en su época. Hasta el día de hoy guarda dicha rabia con nuestro país, la cual expresa cada vez que puede en sus redes.
Del mismo modo, se vivieron escenas horribles de machismo dentro de los programas especializados. En “Primer Plano”, un panelista le insistió que respondiera si ejerció la profesión más antigua del mundo debido a que le estaban pagando por acudir a dicho estelar.
La violencia como arma efectiva
A fines de la década de los dosmiles, irrumpen los llamados “mediáticos”. Figuras que acaparaban minutaje en los programas faranduleros que solo se dedicaban a insultar y amedrentar a otros. Hay casos como el de Adriana Barrientos que, hasta el día de hoy, se enorgullece de haber provocado las inestabilidades que “Luli” Moreno vivió en su tormentoso paso televisivo.
Lo mismo ocurría con una hoy arrepentida Valentina Roth, en el que una nota de “Intrusos” la exhibía echando de su fiesta de cumpleaños a una examiga al grito de “¡Ordinaria!”.
El caso más sonante hoy es el de Daniela Aránguiz, quien es premiada por una industria televisiva en crisis por acosar, amedrentar y hostigar por redes sociales y la misma tele a Maite Orsini, creyendo que el medio puede ser tan efectivo como un terapeuta. Quizás, esta es la mejor campaña contra el ciberacoso que puede existir, pues evidencia los peligros tanto para la víctima como para quien lo ejerce.
Estos casos desde luego son criticables entre quienes creen que hay otras maneras de destacar en el siempre complejo mundo del espectáculo, sin embargo debemos recordar que en los sectores conservadores, la violencia verbal o física siempre se endulcora con el hecho de ser frontal, directo y el “no tener pelos en la lengua”, validando muchas veces horribles descalificaciones. Por algo la farándula siempre ha tenido buena aceptación en dicho mundo.
El maltrato a las mujeres
Dentro del conservadurismo que la farándula tiene desde fines de los dosmiles hasta hoy, se cuentan varios casos. El primero, volviendo a Roth, con la exhibición a través de “Primer Plano” del video en el que se la mostraba teniendo relaciones sexuales en una silla de un hotel, para luego llamarla por teléfono y humillarla públicamente.
En abrilde 2013, varios espacios informaron del caso de una modelo farandulera que denunció haber sido víctima de abuso sexual. Un tema complejísimo que dichos envíos jamás le dieron el trato serio que correspondía, sino que más bien su reacción fue un error tras otro.
A pesar de que una orden judicial impedía revelar su nombre para proteger a la denunciante, hubo rostros e incluso colegas de la involucrada que lo mencionaron, asimismo la vincularon con consumo de drogas y alcohol. Por estos motivos, el Consejo Nacional de Televisión de la época aplicó severas multas por la cobertura errática y sensacionalista que tuvo un hecho lamentable.
Quien ha ejercido comúnmente el ataque hacia figuras del género femenino es Sergio Rojas. En mayo de ese mismo año, mientras era panelista del desaparecido programa “En Portada” (UCV TV), denigró a una modelo por hacer un show erótico en un club nocturno, tratándola con epítetos como “vulgar”, “ordinaria” y con burlas por haber bailado desnuda. Por este hecho, el mismo CNTV sancionó al canal porteño.
La farándula había logrado instalar una mala imagen de las mujeres: Si apareces con ropa interior o desnuda en un programa, evento o lo que sea, venían los fariseos a atacarte. Lo mismo si cambias de pareja de tanto en tanto. Un perfecto estado islámico.
Mucho aire de grandeza, poca autocrítica
Recientemente, quienes son parte de este mundo dentro de la televisión fueron requeridos por La Tercera, La Cuarta y Glamorama (todos ellos, medios en una compleja situación económica como parte de un grupo que le debe sueldos a empleados) para hablar sobre lo grandes que alguna vez fueron.
En dicha serie documental titulada “Todo por la tele” vemos siempre lo mismo: Los momentos icónicos de la farándula, sus protagonistas, sus características y cómo fueron parte, para bien o para mal, de una industria televisiva que hoy no tiene los mismos índices de audiencia, ni la rentabilidad, ni la confianza de otrora.
Como siempre, nunca se hacen responsables de los errores que se cometieron. No hay autocríticas amargas ni cuentas que rendir a nadie. No hay un “mea culpa” por las amenazas, por las carreras arruinadas, por los episodios de bullying y ciberacoso, por las inestabilidades mentales que generaron, ni por los momentos bochornosos que se produjeron en sus espacios.
Tampoco hay un pedido de disculpas por los momentos donde se dañó la honra de famosos ni del machismo conservador de los que muchos fueron cómplices. Menos reconocer el hecho de que hayan acogido a figuras violentas, tóxicas e incluso vinculadas al narcotráfico. Aquí no ha pasado nada.