Entre sus grandes apuestas para este segundo semestre, Chilevisión había anunciado “Los 8 Escalones”, un nuevo programa de concursos que había sido éxito constante y sonante en la Argentina.
Hace uno o dos años se habían grabado pilotos en Argentina para tratar de hacer una versión local. Finalmente, este sería el año en que se asomaría como opción para renovar las tardes de la señal de Machasa, esto tras los escuálidos resultados de las turcas de la tarde.
Sin embargo, durante esta semana una noticia surgida en diferentes programas de farándula, así como en portales televisivos de mayor credibilidad que los paneles que lo revelaron, habían anunciado que finalmente este envío no verá la luz, y fue cancelado sin siquiera salir del aire.
La manera en la que esta estación se ha mandado autogoles ha sido impresionante: Ya durante el primer semestre habían pagado millonarias sumas de dinero a Daniela Aránguiz y Francisco Kaminski para ir a limpiar su imagen, ya por el suelo en las redes sociales, en el estelar “Podemos Hablar”. En consecuencia, tuvieron pérdidas de $3.858 millones de pesos, suficientes para demostrar que por mucho que estas entrevistas hayan tenido éxito, lo cierto es que ya no les es redituable. Y lo mismo pasa con el regreso a los realities de Canal 13, efectivos en rating pero no en lo comercial.
Lo que pasa en CHV da la impresión de una industria televisiva poco seria, y justifica lo que dicen miles de encuestas que señalan que la confiabilidad de la misma está en niveles tan ínfimos como el del Congreso Nacional y los Partidos Políticos.
A esto se suma la criticada cobertura de los Juegos Olímpicos de Paris, los malos resultados tanto de “Got Talent Chile” como de un “Gran Hermano” cuestionado en su casting, en donde en un impresionante giro dramático, Camila Andrade pasó a ganarse el corazón de sus televidentes dando vuelta su imagen ante la ciudadanía. Quizás el único logro del estelar de Diana Bolocco.
Por estos resultados, el director de programación Francisco Espinoza se fue y llegó un experimentado como Juan Pablo González, que mandó a cancelar un proyecto por el que Julián Elfembein estaba muy entusiasmado (y esa impresión dió cuando lo entrevistaban al respecto) y apostarán nuevamente por “Pasapalabra”, que había sido retirado de antena aún cuando quedaban capítulos grabados.
Si tuviésemos que graficar con una frase el momento que vive el 11.1, es de una “cueca en pelota”, donde se retiran programas para luego hacerlos volver, donde realizan experimentos que son rechazados por la teleaudiencia y en donde se quiso apostar por invitados polémicos y rechazados por el respetable público. Y eso lógicamente da la impresión de una industria televisiva poco seria, y justifica lo que dicen miles de encuestas que señalan que la confiabilidad de la misma está en niveles tan ínfimos como el del Congreso Nacional y los Partidos Políticos.
El asunto es el siguiente: ¿Para qué llaman a un casting, hacen perder el tiempo a miles de personas y le dan falsas esperanzas a miles de concursantes para un programa que, finalmente, no verá nunca la luz?