Uno de los pocos hitos trascendentales de la televisión chilena en 2014 fue la incorporación dentro de su programación de las telenovelas turcas iniciada por Las mil y una noches emitida por Mega, el inusitado éxito de esta serial no sólo fue la punta de lanza del reinado de la estación del grupo Bethia, sino además fue la presentación en sociedad, al menos en Latinoamérica, de una exitosa plaza de ficciones como lo es Turquía.
Han pasado diez años de este momento, y por mucho que se puede criticar a estas telenovelas, hoy son parte del ecosistema de las producciones que diariamente emite la televisión chilena (y gran parte de la televisión en nuestra región). Para algunos las novelas turcas son el regreso del melodrama, para otros es una reacción ante contenidos más osados y abiertos, dando cuenta de cierro regreso a valores más conservadores reflejados en la pantalla. Pero aquí no buscamos hacer un juicio de valor sobre las producciones y su propósito, sino hacer un paralelo con otros fenómenos venidos de muy lejos.
Ya ha pasado bastante tiempo para que las telenovelas turcas hayan creado algo más allá que una distracción más que ofrecen las cadenas televisivas. Hablo que no han sido capaces de crear un cierto mundillo que eleve a las estrellas de estas producciones dentro de nuestro país y la región. Si bien hubieron intentos de promover a los protagonistas de ficciones como Las mil y una noches y Fatmagul, no se ha visto una forma de incorporar al showbiz local a estos actores, como si se hizo en su momento, y con bastante éxito, con protagonistas de las telenovelas mexicanas y venezolanas. Muchos dirán que hay una enorme barrera que es el idioma, pero hay otro fenómeno construido desde muy lejos y que si ha avanzado más allá de las enormes limitaciones.
Y hablo de todo lo que ha generado las producciones asiáticas en Chile (otro fenómeno no sólo radicado en el país, sino que en muchas partes del mundo), partieron con timidez en la década de los ochenta con los primeros dibujos animados japoneses emitidos en televisión, pero ya desde la década siguiente fueron imparables, creando verdaderos fenómenos generacionales como Sailor Moon, Pokemon y el imperecedero Dragon Ball. Luego esto fue complementado con otras producciones como los doramas, k-dramas y finalmente con la divulgación del k-pop, género musical hoy de gran popularidad en todo el orbe.
¿A que viene todo esto? El tema es que las novelas turcas no han generado un valor agregado a la cultura de Turquía que podría ser representado a través de otros elementos surgidos de este país. Y el problema es que efectivamente la cultura turca es tan rica como la japonesa y la coreana para que pueda llegar a ser atractiva. No debemos olvidar que Turquía es heredera territorial y cultural de uno de los más grandes imperios de la edad media, el imperio Bizantino, que a su vez depositó gran parte de los vestigios culturales e intelectuales de la cultura grecorromana. Además muchas de las ciudades turcas tienen la atracción de combinar la cultura de Asia Menor junto a las expresiones europeas, transformándolas en destinos turísticos indispensables. Al menos en el último aspecto han aumentado las ofertas turísticas a este país.
Lo que me pasa con las novelas turcas es que tanto el público, como también para los canales, este contenido finalmente es un acompañamiento. No se ha generado un valor agregado en torno a la promoción de la rica cultura turca, ni el público televidente se ha motivado a realizar esa interesante conexión cultural. Esto marca una enorme diferencia con el público que se crió viendo animación japonesa y que con el tiempo ha transmitido parte de la cultura japonesa (y luego coreana) a nuestro país, siendo hoy parte de nuestra cotidianidad las coreografías de k-pop en plazas y edificios, las ferias frikis en diversos lugares y por supuesto, la expansión de la comida japonesa encabezado por el sushi, plato típico por adopción de los chilenos.
A diez años de las turcas, ¿será tiempo de no verlas solo como una solución desesperada de los canales para aumentar la sintonía y que se convierta en punta de lanza para un mayor acercamiento a ese enorme país que es Turquía? Tarea que debe ser resuelta en parte por los representantes diplomáticos del país euroasiatico, de los canales de televisión, pero en gran medida, de la inquietud y curiosidad generada por los propios teleespectadores de estas producciones.