Hace exactamente un par de años, fines del 2022, se había logrado un cierto consenso en torno a que la televisión debía dejar de obedecer a la agenda política que había nutrido las pautas de los principales espacios televisivos (sobre todo los matinales) tras el estallido social de 2019. Algunos establecían que la mejor forma de distensión era volver a poner en el tapete a la farándula, especialmente tras su regreso en gloria y majestad tras el escándalo entre Daniela Aránguiz y Anita Alvarado, incluida una transmisión vía instagram que alcanzó millones de visualizaciones. La mesa estaba servida.
Los canales grandes hicieron oído sordo a tal petición, se asumía que la farándula dura era cosa del pasado, y que este formato tenía una mejor recepción a través de las redes sociales. Así, el 2023 no vimos una resurrección de la farándula, con la excepción de espacios en canales de cable y de menor dimensión, como TV+.
Pero el 2024 las cosas cambiaron. Tras el exitoso regreso de los reality show, de la mano de Gran Hermano Chile, Canal 13 revivió su área de telerrealidad reviviendo la vieja confiable de incorporar a famosos y desconocidos dentro del encierro. Este es el regreso de facto de la farándula a los grandes canales, ya que el contenido que estos programas brindan acaban siendo material para los diversos portales y canales que difunden los chismes de los famosos. Entrado el año, la señal de Luksic se atreve a revivir los espacios franjeados de espectáculos con Hay que decirlo, que ha tenido una aceptable recepción del público. Esto último acabó siendo el pivote definitivo para tanto Mega como Chilevisión establecieran programas de chismes en su horario estelar, en estos momentos estamos a la espera que la señal de Paramount reestrenara el tan polémico Primer Plano, autodenominado el estelar de la farándula chilena.
Pero, ¿el regreso de la farándula ha acabado siendo el aire puro necesario para revitalizar la pantalla chica? En mi opinión, nada ha cambiado, es más, el panorama sólo ha empeorado. El contenido de crónica roja permanece incólume en los matinales, sumado a la transversalmente condenable cobertura en torno del caso Monsalve, que sólo ha puesto en tela de juicio la ética existente en los medios de comunicación. Mega sigue siendo el único canal que mantiene una área dramática, pero enfrentando serias críticas a la mala calidad de sus adaptaciones de telenovelas producidas anteriormente por TVN y por un supuesto nepotismo en el casting de los actores. El tan esperado regreso de Mega a la producción del Festival de Viña del Mar ha generado una sensación de decepción por la parrilla anunciada, no tanto por la calidad de los artistas contratados, sino por la excesiva parafernalia que la señal de Bethia había establecido.
Raya para la suma, el tan ansiado regreso de la farándula no ha hecho encender más televisores de los que se pretendían retornar, tampoco han servido para ser una vía de distensión a la compleja realidad que viven millones de compatriotas. Episodios vividos en programas como OnlyFama, solo han servido para demostrar que la farándula no es una forma de entretenimiento sino, por el contrario, alimenta la odiosidad y genera muy malos precedentes en torno a lo que puede suceder en espacios similares. A estas alturas no hay dudas que más que sumar, la farándula sólo ha ayudado a restar credibilidad a la tan dañada televisión chilena.