Primero que todo, ya hemos pasado la primera semana de este 2025, que esperamos sea tanto para nosotros como para ustedes, mucho mejor que el año que recién pasó.
Seguidamente, no sabemos cómo calificar a la televisión chilena con adjetivos que no sean negativos, en donde prácticamente quedó en evidencia su falta de voluntad a la hora de satisfacer las necesidades de información, educación y entretenimiento. Sin duda que para la temporada que recién acabó, el diagnóstico es peor que peor.
Un año donde se puso en evidencia que la receta de volver a la misma televisión polemista que causó la quiebra de la industria televisiva, lo único que causó es una fuga masiva de televidentes a las plataformas digitales. El retorno de “Primer Plano”, junto con los realities de Canal 13 (que por más que le cambien el nombre y la temática, siempre termina en lo mismo), apenas marcan 10 puntos de rating online.
¿Lideran? Por supuesto, para qué negarlo. Pero dentro de la audiencia que le queda a una televisión tan avejentada como desprestigiada. En un contexto en el que solo la ve gente de avanzada edad, y en donde los productos que reviven el cahuineo no le interesan a los más jóvenes.
Hoy los únicos bastiones de “buena televisión” terminan siendo el Festival del Huaso de Olmué, la Teletón y los eventos y premiaciones que apoya y transmite TVN, que han sido exitosos. Pero fuera de ello, nada que sea lógicamente llamativo para volver a congregar a una audiencia jóven que está viendo cualquier cosa, menos televisión abierta. ¿Y quién es el responsable? La misma televisión.
Por lo mismo, es hora de ser sinceros y hablar en serio: Este año no hicimos el anuario ni “Los más y los menos” por diversas circunstancias. Por falta de tiempo, por problemas personales que no viene al caso mencionar acá, pero más importante: No hay nada llamativo que destacar de la pequeña pantalla nacional.
¿Por qué hacer un balance cuando el saldo es negativo por todos lados? Un alza de la violencia tanto en el debate político como en las figuras que el espectáculo premia tan solo dándoles vitrina, los mismos programas de “personas comiendo y viajando” y las continuidades noticiosas que no aportan en nada a que la gente se informe, y cuya sola existencia no se justifica teniendo canales de noticias en la televisión de paga.
¿Para qué hacer un balance de lo que ha sido el año en materia televisiva si todos sabemos que el saldo es negativo y lo que viene no es auspicioso tampoco?
Hasta uno mismo se desencanta de tener que informar de lo de siempre: Figuras violentas de la farándula, las groserías de determinados conductores de matinales y noticieros, matinales y programas de opinión e informativos que parece que son más “centros de operaciones” que otra cosa, y un entretenimiento que no sale del cahuín o de los realities. Nada nuevo bajo el sol. Créanme que la violencia de determinadas figuras de la televisión (y de la política también) me tiene con tratamiento psicológico.
Acá mismo hemos denunciado lo que sucede con Faloon Larraguibel en los realities donde participa, pero la razón por la que esto no causa una baja de auspiciantes como sucedió en México con el caso de “La casa de los famosos” es que como hay un desfase de uno o dos meses, eso hace más fácil los compromisos comerciales, por lo que es difícil que se caduquen en el acto como sucedió en territorio azteca luego del caso de Adrián Marcelo.
Y mejor ni mencionemos del apagón analógico, que fue sin las estridencias que uno habría deseado y no se despidió la era de “las perillas” con grandes coberturas, sino que fue apenas silencioso y con modestas notas de prensa. Hasta Paraguay y Perú, cuyos contenidos saben dar cringe máximo, hicieron campañas de concientización más efectivas que “Los Téves”.
A estas alturas parecemos péritos criminalísticos examinando a un muerto que es la industria televisiva chilena, cuyas técnicas de reanimación han sido poco efectivas. La farándula volvió para subir la entretención en medio de la violencia de los matinales y noticieros. Eso dicen quienes militan su retorno. Pero lo único que han hecho subir no solamente son las denuncias ante el honorable CNTV, sino que también los índices de desprestigio, el descrédito y la falta de auspiciantes en una industria reducida a su más mínima expresión.
Por lo mismo, la única esperanza es que el proyecto de entretenimiento que encabeza Javier Goldschmied en TVN funcione, como lo ha logrado con “Ahora Caigo” y “Mi nombre es”, o que haya algún formato, un programa nocturno que realmente reviva a la industria. Pero que la reviva en serio.
Pero hasta que ese día no llegue, lamentablemente la televisión abierta seguirá en crisis, siendo el hazmerreir de youtubers como “Fock!” y “Analisheet”. Y seguirá siéndolo mientras ejecutivos sigan creyendo que la información se maneja con la misma lógica de los noticieros dictatoriales de los 70s y 80s, o que Daniela Aránguiz no es violenta sino que rupturista, o que los cantantes nacionales son apenas “ñuñoinos que solo tocan guitarra o hacen electrónica”, y que los artistas gringos no son más que “productos prefabricados”, o mientras los actores sigan defendiendo al area dramática de Mega solo por ser el único que hace novelas, porque si siguen los malos resultados de sus producciones se acaba el negocio.