El público respaldo de Gonzalo Valenzuela al actor Roberto Farías, luego de una funa de un grupo de actrices hace ya cinco años por un caso de acoso sexual, rompió con la habitual tranquilidad con la que se desarrollaban los Premios Caleuche a través de TVN. A eso se le sumaron los reproches de otras figuras que no se sienten representadas por ningún gremio, como fue el caso de Patricio Strahovsky.
Como era de indicarse, los programas faranduleros vieron esta crisis del gremio como una oportunidad para ellos, en un nuevo frente de esta guerra sin cuartel entre ambos mundos. Por ejemplo Francisca García-Huidobro agradeció al ex “macho” porque para ella, la ceremonia era una lata. Y lo dijo desde el único canal que cobija a gran parte de quienes siguen haciendo telenovelas. Por otro lado, Cecilia Gutiérrez en “Primer Plano” ofreció detalles sobre este flanco, con supuestos obviamente.
No cabe duda que para el universo farandulero de este lindo país esquina con vista al mar (como decía una popular obra teatral ochentera), los actores no son más que seres intelectualmente superiores que no pasan a ellos. Gente que los mira en menos como componentes de la televisión porque hacen “porquería”. Personas a las que hay que hacerles la guerra santa, porque se lo merecen.
Y muchas veces se podrá tener razón o no sobre cómo son algunos de los intérpretes. Hemos conocido casos de actores que han reaccionado de mala manera cuando han debido dar entrevistas o trabajos para universitarios.
Es paradójico que un género busque refrescar la pantalla haciendo lo mismo de hace catorce años, ahora sin el beneplácito de la audiencia y los anunciantes.
Como también serán o no acertados los que creen que Claudia DiGirolamo y María Eugenia Rencoret son figuras que no se pueden ver y que cada una lleva agua para su ganado. O que hay un grupo de actrices que mira en menos a sus pares ya sea por colaborar con gente vinculada a la farándula (como el caso de Alejandra Fosalba desde que se unió a Eugenia Lemos para hacer “Malena y Sofía”) o por hacer contenido erótico (como pasó con Antonella Ríos con lo que llamó “el círculo de hierro”).
Sin embargo, la gente no es tonta. Usted y yo no somos estúpidos. Esto es otro episodio más de una guerra incesante entre dos mundos que no se llevan, cada uno con sus respectivos argumentos. Y eso viene desde hace muchos, muchos años. Poco menos que para quienes están detrás de estos programas o de diversos portales, se merecían los vetos, persecuciones y hasta amenazas durante la dictadura.
Y así, nuevamente, el género que prometió “renovar y refrescar la pantalla” termina siendo exactamente más de lo mismo, pero peor. Y sin siquiera mejorar las escuálidas cifras tanto de “Primer Plano” como de “Only Fama”: El primero perdió sin apelación ante “Mi nombre es”, y el segundo sigue sin figurar entre los más vistos de los viernes.
Y es que cuando escasean los argumentos, surgen los ataques personales, como fue el caso de Catalina Pulido en su primera semana en “Sígueme”, que en un arranque de ignorancia, mala fe o ambas, dijo que nadie conocía a Claudia Pérez. Y se supone que volvían porque la gente estaba chata de la violencia de los matinales.
Lo de Valenzuela fue un misil que la farándula aprovechó para seguir dándole duro a quienes históricamente les han dado la espalda. Previsible. ¿Y ahora en qué estábamos?