Mega confirmó la incorporación de Natalia Rodríguez, conocida como “Arenita”, al reality El Internado, marcando su retorno a la televisión chilena tras casi una década de residencia en Dinamarca.
Su participación reabre el debate sobre el rol de las figuras del recuerdo en una industria que sigue apostando por el conflicto como motor narrativo.
Una figura emblemática del pasado televisivo
Natalia Rodríguez fue una de las personalidades más reconocibles de la televisión juvenil chilena en los años 2000. Su imagen como “reina de los pokemones” y su participación en programas de corte adolescente la convirtieron en un ícono generacional.
Su regreso, ahora como competidora en El Internado, busca reconectar con la audiencia desde una nueva perspectiva: la de una mujer adulta que se define como “leal, empática, colaboradora y directa”.
El Internado: cocina extrema y exposición emocional
El reality, conducido por Yann Yvin y Tonka Tomicic, se presenta como una competencia de alta exigencia física y emocional, centrada en la cocina y la convivencia forzada.
Arenita ha advertido que no tolerará prácticas antihigiénicas, como el uso cruzado de utensilios, ni la invasión de su espacio personal. “Ahí me bajaría el Chucky”, declaró, anticipando posibles roces con otros participantes.
¿Reencuentro con el público o reciclaje del conflicto?
La participación de Arenita plantea una pregunta de fondo: ¿estamos ante un reencuentro genuino con el público chileno o frente a una estrategia de reciclaje mediático que explota el recuerdo y la confrontación?
En un escenario donde la televisión de espectáculos sigue apostando por el conflicto como narrativa dominante, el retorno de figuras del pasado puede ser tanto una oportunidad de renovación como una repetición de fórmulas agotadas.
