En el pódcast Juzgamos y nos funamos, la periodista Mariela Sotomayor lanzó una serie de insultos contra la ex figura televisiva Faloon Larraguibel, calificándola de “manipuladora” y “sin aporte en los medios”. Las declaraciones, lejos de aportar una reflexión crítica sobre el rol de las mujeres en televisión, se transformaron en un ataque personal que vulnera los límites del respeto y la ética comunicacional.
El conflicto entre ambas se remonta al reality Ganar o Servir, pero se intensificó cuando Faloon denunció en Podemos Hablar que Sotomayor se habría burlado de su experiencia con violencia intrafamiliar. Aunque Mariela negó tajantemente esa acusación, su respuesta pública fue desproporcionada y cargada de descalificaciones que refuerzan estereotipos y prácticas nocivas en el espacio mediático.
Frases como “¿Con qué cara podis mentir así?” y “calienta el asiento en televisión” no solo denotan una falta de empatía, sino que perpetúan una cultura de agresión verbal que debería estar superada en los medios contemporáneos. Más grave aún, Sotomayor insinuó tener información privada sobre Faloon que podría revelar, lo que bordea la amenaza y vulnera principios básicos de convivencia profesional.
En un contexto donde los medios tienen el deber de promover el diálogo respetuoso y la reparación simbólica frente a experiencias de violencia, este tipo de intervenciones no pueden quedar sin crítica. La libertad de expresión no ampara el insulto ni la humillación pública. Es urgente que figuras con visibilidad comprendan su responsabilidad en la construcción de un discurso que dignifique, no que denigre.
La televisión chilena necesita voces que aporten desde la reflexión, no desde la agresión. Y los medios deben ser espacios de reparación, no trincheras de rencor.
