La televisión chilena sigue apostando por el espectáculo sin filtro. En el centro de la polémica está Daniela Aránguiz, panelista del programa Sígueme de TV+, quien respondió con dureza a las críticas de Cony Capelli, ganadora de Gran Hermano. Capelli la había calificado como “lo peor de la sociedad”.
Aránguiz no solo revivió un altercado en el club Amanda, donde según su relato Capelli la insultó y provocó físicamente. También se definió con una frase que revela el tono beligerante que domina ciertos espacios televisivos:
“Y soy una muy buena madre, una excelente esposa toda mi vida, soy una muy buena hija, hermana y amiga… pero también soy la peor enemiga”.
La amenaza de Daniela Aránguiz al cierre
La farandulera, además de tildarla en directo de drogadicta y de obligarla a hacerse un examen de sangre en televisión, cerró su intervención con una amenaza explícita:
“Ojalá que no me busque de nuevo porque ahora sí que me va a encontrar”.
Este tipo de declaraciones refuerzan una lógica televisiva centrada en el conflicto y la exposición personal. El contenido editorial parece más enfocado en generar ruido que en aportar valor.
TV+ en números rojos
Mientras los escándalos se multiplican, TV+ enfrenta una situación financiera crítica. Según cifras publicadas por La Tercera, el canal registró pérdidas por $804 millones en el primer semestre de 2025. Esto representa un aumento del 2,9% respecto al año anterior.
La empresa atribuye el resultado al incremento del 1,057% en los costos operacionales. Además, los costos financieros subieron cerca de un 40%, alcanzando los $433 millones. La caída del 12,3% en ingresos obligó al canal a recurrir al factoring para seguir operando.
¿Crisis editorial o modelo agotado?
El enfrentamiento entre Aránguiz y Capelli no es solo un episodio de farándula. Es el reflejo de una industria que, en lugar de reinventarse, se aferra a la polémica como último recurso.
Mientras TV+ se hunde en cifras rojas, su apuesta editorial parece más interesada en alimentar conflictos que en construir contenido con propósito. Si no hay un giro estratégico, el próximo encontrón podría no ser entre panelistas, sino entre la televisión y su audiencia.
