Sean “Diddy” Combs, ícono del hip-hop y empresario multimillonario, fue condenado en Nueva York a cuatro años y dos meses de prisión por delitos sexuales graves que afectaron a dos mujeres. El juez Arun Subramanian dictó una sentencia de 50 meses tras considerar que los hechos causaron “daños irreparables” y que el castigo debía enviar un mensaje contundente tanto a agresores como a víctimas.
El caso se centró en el delito de “transporte de prostitución”, una figura legal que implica trasladar personas con fines sexuales ilícitos. La fiscalía solicitaba once años de cárcel, mientras que la defensa proponía un máximo de catorce meses. Finalmente, el tribunal optó por una pena intermedia, que refleja la gravedad de los hechos sin llegar al máximo pedido por los fiscales.
Durante la audiencia, Combs reconoció públicamente su conducta, calificándola de “repugnante” y pidió perdón. Este gesto, aunque tardío, fue considerado por el juez como parte del proceso de responsabilidad. La sentencia marca un punto de quiebre en la carrera del artista, quien en agosto había solicitado el perdón presidencial a Donald Trump, sin éxito.
La caída de Combs ha generado un fuerte impacto en la industria musical, donde por décadas fue considerado un referente de éxito y poder. Además de sus logros como productor y empresario, su figura estaba asociada a marcas de moda, bebidas y medios de comunicación.
El caso ha reavivado el debate sobre el abuso de poder en el mundo del espectáculo y la necesidad de proteger a las víctimas. Diversas organizaciones han celebrado la sentencia como un avance en la lucha contra la impunidad en casos de violencia sexual, mientras que otros señalan que aún queda mucho por hacer para erradicar estas prácticas en entornos de alto perfil
