Nunca antes la televisión chilena había tenido tanta vitalidad en el horario de máxima audiencia. La principal polémica de hace diez años, cuando Mega era el amo y señor de las noches, es que la propuesta eran las mismas novelas turcas que la señal privada había traido a Chile, fueron un suceso y que los otros comenzaron a comprar como si no hubiese un mañana.
Felizmente, hoy las turcas van en baja, y como nunca antes la competencia salió favorecida en donde el televidente tuvo la opción de elegir entre cuatro opciones.
Por un lado, tenías a “El Internado” que es una mezcla entre los realities tradicionales con “MasterChef”, que además significó el retorno a la primera línea de Tonka Tomicic tras su automarginación luego del “Caso Relojes”. Ahora, en compañía de Yann Yvin, va a poner los dotes culinarios de los concursantes.
En otra esquina de este cuadrilátero teníamos a “Fiebre de baile” de Chilevisión. Con una escenografía imponente y participantes menos “rant” que en ocasiones anteriores, el estelar de Diana Bolocco se quedó con el segundo puesto y resistió bien el factor estreno en su competidora.
Nicole Moreno, Cony Capelli y Princesa Alba demostraron su gran valía, mientras que la nota negra la puso Raquel Argandoña que nuevamente su lengua le juega una mala pasada con María José Quiroz. Insisto, si querían a alguien con sentido del espectáculo, creo que la exconductora de “60 Minutos” no era el mejor nombre.
En otro extremo, ahí, estaba “Mundos Opuestos” en el 13, que pasó de ser líder a pelear un tercer puesto. Increíble en 2012, cuando era el rey de la televisión local. ¿Será que la fórmula de “reality tras reality” ya está agotada, y más con el problema eterno de los desfases?
Recientemente se mostró la eliminación de Marlén Olivarí cuando desde hace un mes ya estaba haciendo campaña para llegar a degradar aún más nuestro vilipendiado e ilegítimo parlamento. Y nos burlamos de Virginia Gallardo y Karen Reichardt en el otro lado del Paso Cardenal Samoré.
¿Y TVN? Ahí, contraprogramando. Como debe ser nuestra televisión pública. Con un “Mi nombre es 2” que tuvo la presencia en la obertura de Verónica Villarroel, nuestra soprano de tremenda valía. Creo que ya es hora de ir explorando nuevos formatos, si quieren prescindir de las franquicias internacionales.
Lo cierto es que ganó la televisión chilena. Cuatro programas nacionales compitiendo significa más trabajo para los profesionales de las comunicaciones, más vitrina para algunas figuras, encariñarse con algunos personajes del espectáculo, y junto a ello, expandir aun más un universo que necesita librarse de esa toxina que la cubrió. Win-win.
