Hablar de la “decadencia de Viña” es algo más viejo que el hilo negro, y solo se explica desde un aspecto meramente musical. Si todavía hablamos del festival es porque este certamen justamente supo trascender más allá de los invitados musicales y la competencia y tiene que ver justamente con otros elementos, muchas veces más mundanos y que reflejan mucho de nuestra cultura.
Autor: Hugo Cares
Tener a estos grupos al frente nuestro puede ayudar a comprender mejor lo que debemos proteger dentro de una sociedad democrática, que busca adaptarse al vertiginoso presente digital.
El gran problema fue fijado cuando en 2018 se estableció el eslógan de “festival latino más grande del mundo”, esto supone un inmenso desafío para la organización. La música latina, guste o no, comparte lugares de privilegio en los rankings mundiales, lo que supone que el certámen que mejor los representa tiene el deber de presentar a sus mejores exponentes año tras año.
Veremos si los canales prefieren acercarse al público reflejando a ese mismo público o reflejando conflictos de personas que están bien alejadas de los problemas cotidianos de nuestra gente.
A estas alturas no hay dudas que más que sumar, la farándula sólo ha ayudado a restar credibilidad a la tan dañada televisión chilena.
Queda claro que la televisión se ha enquistado en su exitoso pasado y la delegado el futuro a los generadores de contenidos virtuales, y que los pocos intentos de querer revertir la situación no les ha funcionado.
A cinco años del Estallido, al menos en lo que en medios respecta señalar, estamos en un ambiente de suma cero que además se suma a la larga crisis económica y de financiamiento bajo la cual se encuentran, sobre todo ante la incapacidad de levantar una agenda robusta que vuelva a cautivar al público perdido.
Lo que me pasa con las novelas turcas es que tanto el público, como también para los canales, este contenido finalmente es un acompañamiento. No se ha generado un valor agregado en torno a la promoción de la rica cultura turca, ni el público televidente se ha motivado a realizar esa interesante conexión cultural.
Como ya se está convirtiendo en un mantra dentro de esta sección, que nuestra realidad sea mala no significa que lo pasado haya sido mejor. Por el contrario, esto debería ayudar a generar una postura más creativa y menos nostálgica en torno a lo que se debe hacer en la televisión el día de hoy.
Atribuir el debilitamiento de la televisión a un hecho trágico termina escondiendo los reales motivos de la crisis televisiva, otorga elementos emocionales a un tema que debe analizarse desde criterios objetivos y finalmente quita responsabilidad a los ejecutivos de la industria local de la profunda crisis de la televisión chilena que lleva vigente más de una década.
Hoy mismo, ante la crisis de inseguridad imperante se reflejan reacciones similares desde la otra parte de la vereda, todavía es tiempo para serenar nuestro temperamento y pensar de una manera calmada los asuntos que nos aquejan. No vaya a ser que el remedio termine peor que la enfermedad.
No cabe dudas que se necesitan personas valientes que busquen desnudar los diferentes hechos que degradan la confianza hacia las instituciones públicas. Es necesaria la vigilancia de los poderes públicos para garantizar un sano desarrollo para nuestras democracias, pero también es necesario que se haga a través de un ánimo constructivo, sin ofender a las personas.