Cada vez que Katy Perry va a Brasil, la Globo nos recuerda indirectamente que el camino que estamos siguiendo ha sido siempre el equivocado.
Browsing: Editoriales
Mientras los VMAs alcanzan su audiencia más alta en cuatro años, y RTVE y la Rai buscan la innovación con espacios atractivos que lideran, en Chile se revive un muerto y se llama a los más funados de una cuestionada farándula para sobrevivir con lo que se puede.
En medio de bajas audiencias y paupérrimos niveles de avisaje, credibilidad y calidad, llegó lo más innovador que a sus criterios nos pueden ofrecer: Un programa farandulero hecho para sus nostálgicos.
Volver a apostar por un género que ocasionó la quiebra total de la industria durante la década pasada significa asumir, de buenas a primeras, un fracaso de la misma ante la arremetida digital y la baja de audiencia y de auspiciantes.
El eventual regreso a la farándula demuestra que la televisión chilena tiró la toalla frente a la baja de la torta publicitaria y la preponderancia de espacios digitales que lo hacen incluso mejor que los canales tradicionales.
Los que creemos en el pluralismo de los medios de comunicación, en la crítica sensata y mesurada, y que al mismo tiempo hemos investigado las distintas realidades de países que vivieron procesos políticos similares, tenemos derecho a estar preocupados.
Las salidas de Pitu Valenzuela y Yamila Reyna, y las contrapartes de la amenaza de Daniela Aránguiz de difundir un video sexual y Priscilla Vargas culpando a Maite Orsini de un asalto a pito de nada, demuestran que la televisión chilena está perdida en un pantano donde no tendrá escapatoria.
Esta es la televisión de la crisis, que no destierra sus fantasmas y lo que es peor: Quiere volver a abrazarlos. No tienen idea que ese “Gasparin” tiene sus armas bien afiladas y puede dejar otra hemorragia financiera, peor que la de 2014.
Ciudadanos de esta comarca, la televisión chilena ha muerto. Fueron 67 años de historia que han acabado de mala manera. Despidámosla como se merece.
Las amenazas de Daniela Aránguiz y el desprecio de Francisco Kaminski demuestran la violencia con los que los referentes de la farándula siempre han reaccionado.
La actitud que ha tenido Paul Vásquez contra Luis Slimming lo ha convertido frente a las redes en un “boomer” que lo tiene trabajando para la farándula que se la tiene jurada al comediante.
El problema no es que los grandes diarios y los matinales ignoren por completo casos como la formalización del alcalde UDI de Buin o la sospechosa muerte del funcionario municipal de Las Condes. El problema es otro: La falta de pluralismo que tiene al ecosistema multimedial chileno en fase terminal.