Hace algún tiempo, al ver televisión abierta tenía gran distinción entre cada uno de los canales. Uno sabía bien que Canal 13 era un canal familiar y orientado a sectores mas acomodados a su vez que Mega estaba enfocado a niveles sociales más populares, mientras que TVN buscaba ser una cadena lo más pluralista posible y buscando identificar a todo el país, finalmente Chilevisión tenía una especial atención a los grupos más adolescentes y jóvenes. Toda esta estructura, al menos de parte de los canales grandes ha desaparecido del escenario.
Los cuatro grandes hoy no presentan un sello que los caracterice, solamente Mega puede presentar un ánimo permanente de realizar producciones dramáticas, lo que ha reemplazado al rol que cumplía Televisión Nacional en décadas anteriores, tanto es así que esta última vendió los guiones de tres de sus telenovelas a la señal de Bethia. El problema, es que Mega tiene una memoria selectiva de su propia historia olvidando parte de la era previa a sus actuales controladores, el mejor botón de muestra es la celebración de los diez años de la área dramática del canal, cuando ya existía una en los años de Ricardo Claro.
El caso de Canal 13 también es para resaltar. Si bien la señal de Luksic mantiene parte del legado de la estación cuando era controlado por la UC a través de REC (que este año cumple unos exitosos diez años), en su programación actual olvida parte de la característica familiar y amena que ofrecía esta cadena, sobre todo esto se percibe a través de algunos de los participantes del actual reality así como los confirmados del nuevo espacio de telerrealidad que estrenará el 13 en abril. La lógica de farándula dura que siempre trató de alejarse en otros tiempos hoy corre riesgo de enquistarse en la señal naranja.
El caso de TVN, ya mencionado de pasada, es todavía aún más desoladora. Sin grandes presupuestos para montar proyectos similares a los de principios de los dos mil, el canal público ha quedado a merced de programación enlatada para levantar sus exiguos niveles de sintonía, y peor aún, estos programas no son más que espacios extranjeros que sólo pretenden imitar la fórmula de éxito probada por las estaciones privadas. Más que buscar proyectos hechos en Chile, aunque con menor presupuesto, buscan hacer lo mismo que los otros canales, perdiendo parte de la finalidad pública que debe cumplir TVN que es interpretar las diferentes realidades de los chilenos.
Ante en actual escenario, y próximos al advenimiento de la instalación definitiva de la televisión digital en Chile, vemos las esperanzas en las pequeñas cadenas, hoy a veces invisibles ante el poder de los grandes canales, con la capacidad de ofrecer una programación alternativa y original, creando canales que tengan una identidad propia y no generen la sensación que evidencia el televidente que todos los canales están pasando una programación muy similar entre ellos.