En domingo pasado se publicó una noticia que ante el cúmulo de informaciones del cual vivimos pasó desapercibido. Una encuesta realizada por Criteria Research estableció que el 52% de los entrevistados en el sondeo encontraban que la inseguridad en Chile es peor que en el resto de la región. Como ya parece lógico, una serie de voces en redes sociales levantaron la hipótesis en torno a que esta percepción tan preocupante es causa de la excesiva cobertura de los hechos delictuales a través de los medios de comunicación, estableciendo incluso agendas oscuras tras este dato.
Es cierto, desde esta misma tribuna hemos establecido una crítica al tratamiento de la delincuencia en televisión, pero a la misma vez afirmamos que esta cobertura, si bien preponderante, ha reducido su participación en algunos espacios como los matinales. También es cierto que el dejar de cubrir la delincuencia no aminora en nada la sensación generalizada de inseguridad en el país ya que los hechos conocidos en el último tiempo revistan una gravedad inusitada en Chile. Pero más allá de levantar conclusiones e hipótesis, esta columna busca dirigirse en torno a la duración de los principales espacios televisivos.
Y es que la televisión se ha especializado en alargar espacios como de lugar. Hacia unos quince años atrás los noticieros centrales duraban una hora y los matinales cuatro horas (y algunos incluso menos, con programas que hacían de intermedio a los matinales con el informativo de la tarde), hoy en promedio los tres bloques más importantes para los noticieros (mañana, tarde e informativo central) durante en promedio una hora y media, con algunos canales que duran por sobre las dos horas inclusive. Los matinales por su parte duran cinco horas, solo precedidos por el primer bloque informativo y sucedido por el noticiero del almuerzo. En conclusión, espacios que dedican gran parte a su contenido a información llegan a empinar a las cinco horas al menos, y eso que no hemos contado los espacios vespertinos y estelares.
Pero esta técnica de alargar espacios no es propio solo de los espacios informativos. Las telenovelas de Mega han tenido la ocurrencia de presentar solo media hora de contenido inédito por día, pero el horario de transmisiones de estos espacios llegan a la hora y media. ¿Qué sucede? Se rellena con el episodio del día anterior de manera completa, incluso con el resumen del capítulo del día antes de ayer al de estreno, más los comerciales se suma el bloque que supera la hora de emisión pero que el material de estreno apenas se empina a la mitad de este espacio.
Nos hemos acostumbrado a tolerar estos bloques mastodonticos de programación sin chistar mucho, con el claro peligro de ser material reiterativo y cansino para el telespectador. Infelizmente las iniciativas de acortar horarios de informativos, así de crear programas alternativos a los matinales tradicionales no han tenido la acogida. En tiempos en que los contenidos a través de redes sociales de hacen cada vez en menos tiempo, donde los videos virales duran apenas segundos y ganan altísimos niveles de visualización, la televisión tradicional apuesta por recetas que parece que desconocen la existencia ni de los controles remotos ni de los dispositivos móviles, todo muy atractivo para el público joven que apenas este año encontró alternativas reales en televisión.